Empecé a bordar a los 18 mientras estudiaba diseño de moda, lo vi como algo bonito que me transmitía fragilidad y fuerza a la vez. Seguí haciéndolo porque aprendí a expresarme con ello, el simple acto de dar puntadas ya contaba mucho. Luego estuve un par de años en París especializándome en bordado de alta costura, donde aprendí mucha técnica pero acabé sintiéndome muy desconectada de mi misma. Decidí que era hora de volver a casa para encontrarme de nuevo y hacer raíces. Fue entonces, ya en la isla, cuando me vino Marina a la cabeza, supe que ella me entendería incluso cuando yo todavía no sabía lo que era. Meses después nació Ajuar. Lo sacamos en septiembre (tímidamente en instagram) y hasta ahora ha ido transformándose en lo que buscábamos desde un principio… Yo por fin volví a encontrar mi manera de habitar el bordado y ahora tengo (tenemos <3) muchas ganas de abrir las puertas de este hogar que es nuestro proyecto.
Patri y yo nos conocimos en las prácticas de la universidad. Por suerte el destino nos quiso juntar ese año y desde entonces hemos mantenido una amistad a distancia. Antes del verano pasado me llamó y, después de la puesta al día habitual, me dijo “tengo una idea y he pensado en ti, dime qué te parece”. Así apareció la palabra Ajuar en mi cabeza.
Mi vínculo con el bordado es bastante más común: mi abuela me enseñó a bordar de pequeña. Asociado a algo tan familiar, doméstico y femanino para mi, me atrajo la idea de trabajar con una técnica tan llena de matices y paradojas. Aunque yo no sé mucho (por ahora solo los puntos básicos) y es algo muy alejado de mi “terreno profesional” ( soy diseñadora gráfica especializada en editorial), Patri con esa llamada me dió la oportunidad de hacer una de las cosas que más me gustan: urdir planes, tramar y destramar ideas, y crear cosas con las manos.
Desde entonces, hemos estamos juntas (aunque a distancia) modelando poco a poco esto que llamamos Ajuar.
Queremos compartir lo que vamos haciendo, pensando y sintiendo.
Si te interesa, te puedes sumar aquí.